sábado, 28 de julio de 2007

INFORME SOBRE EL ESTADO DEL MUNDO

por Gilberto Merchán y José Jesús Villa Pelayo

El concepto central de este informe gira alrededor de dos hechos pasmosos y de consecuencias incalculables: por una parte, la archifamosa globalización –plan maestro del poder angloamericano para apoderarse del planeta- entró, contra todo pronóstico, en una fase irreversible de disolución, al menos desde la quiebra de la empresa Enron. Pero también su proyecto eslabonado, el Nuevo Imperio lanzado por los neoconservadores fascistas a raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre, terminó también por fracasar estrepitosamente en el Medio Oriente, la América Latina, Asia, África y Europa.

El fin de la globalización, en efecto, viene indicado nítidamente por la resurrección portentosa del poder de los estados nacionales, en todo el mundo, y por el retroceso correspondiente del poder de las corporaciones transnacionales. Un proceso particularmente acelerado en la medida en que va desnudándose, a la vista de todos, la severa derrota militar que el poder anglosajón ha sufrido en Irak.

Por consiguiente, la grave pregunta que muchos se hacen hoy, y que no deja de inquietar a quienes siguen de cerca los vaivenes de la política internacional de nuestros días, es la siguiente: ¿podrá salvarse ahora el poder angloamericano mediante el recurso desesperado de lanzar una guerra en Irán?

Para empezar a responder esta interrogante crucial, debemos proceder ante todo a describir brevemente las principales tendencias que hoy se aprecian en el panorama geopolítico.
En primer lugar, registremos un hecho indiscutible, que se cumple vertiginosamente ante nuestros incrédulos ojos, y que no es otro que la inexorable emergencia de un mundo multipolar que viene a llenar el vacío dejado por la súbita retirada del escenario del proyecto imperial estadounidense. En efecto, vemos como Rusia, China, la India y Suramérica se fortalecen con gran rapidez, así como lo hacen algunas potencias regionales, como es el caso de Irán.
En cuanto a Europa, es verdad que sigue hasta cierto punto sometida a la hegemonía política de los Estados Unidos. Pero la pregunta inevitable es ¿hasta cuándo durará este sometimiento europeo?
Un punto revelador, para empezar a acercarnos a la verdad actual de la relación geopolítica entre Europa y los Estados Unidos, viene dado por las posiciones de diversos países y grupos políticos continentales en torno al propósito norteamericano de emplazar un escudo antimisiles en las proximidades de las fronteras rusas de Polonia y la República Checa. Por lo pronto, en Alemania, ya se ha aclarado responsablemente que tal proyecto puede terminar fracturando a toda Europa.
Tal es la seria advertencia del Ministro alemán de Relaciones Exteriores Frank-Walter Steinmeier. Los planes estadounidenses de instalar estos radares antimisiles provocaron una dura declaración de Vladimir Putin, y es muy dudoso que los europeos quieran cargar con los costos de una iniciativa estratégica que sólo favorece a los planes geopolíticos de Estados Unidos, dirigidos a cercar a una nación que es vista como un adversario a derrotar en un plazo mediato: Rusia.
A lo largo de este informe, volveremos sobre el caso europeo y sobre otros temas reveladores –como el de la independencia de Kosovo- pero para seguir dando un primer vistazo general al panorama del fracaso de la idea imperial de los neoconservadores estadounidenses, observemos debidamente como toda Asia no hace más que acoplarse hoy alrededor de China y del novedoso Pacto de Shangai. Japón, por su parte, se recupera en lo económico y financiero de su postración de años, y no hay razones para suponer que se demore demasiado, al igual que los europeos, en sacudirse la dura opresión política estadounidense que data del final de la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, el reciente aumento de las tasas de interés en el Japón –un signo inequívoco de su recuperación- ha contribuido en medida apreciable al repentino agravamiento de la actual crisis financiera internacional.

Pero dejemos este tema también a un lado, de momento, e intentemos ahora mostrar ordenadamente los signos que indican con absoluta claridad este definitivo fracaso del poder nacional angloamericano por constituirse en imperio mundial.

La derrota en Irak
En primer lugar, detengámonos en el acontecimiento central que da cuenta de este fracaso y que viene a constituirse en una suerte de símbolo y compendio de todas las vicisitudes imperiales: la humillante derrota en Irak. En marzo de 2007, cuatro años después de iniciadas las operaciones militares, la dura realidad es que no hay forma de tomar control de la situación en ese país y cumplir el objetivo fijado de establecer un régimen dispuesto a satisfacer las exigencias estadounidenses en materia de producción y abastecimiento de petróleo. La única salida, como lo ha dejado establecido sin ninguna duda la comisión bipartidista de sabios Hamilton-Baker, es una retirada honorable al menor costo posible.

Las enormes manifestaciones que se han organizado el pasado marzo, en los mismos Estados Unidos, contra la guerra, al igual que las que han sacudido a otros países, testimonian como la heroica resistencia del pueblo iraquí le ha dado el puntillazo final al imperio angloamericano. De acuerdo a mediciones confiables de la opinión pública, el índice de apoyo a la guerra, en Estados Unidos, no pasa hoy del 27%. En definitiva, no sólo las elites políticas estadounidenses -y la abrumadora mayoría de la opinión mundial- exigen la retirada inmediata de Irak. También lo hace la opinión mayoritaria del pueblo norteamericano.

No en balde más de 650.000 mil civiles iraquíes han perdido la vida desde el año 2003 y más de dos millones han tenido que abandonar sus hogares. El conflicto se ha convertido además en el segundo más largo en el que se ha visto involucrado Estados Unidos. El primero fue Vietnam.
Ya se han gastado alrededor de 350.000 millones de dólares, sin contar los 235.000 millones adicionales solicitados para financiar el conflicto entre el 2007 y el 2008.
Y después de tantas matanzas y tanto esfuerzo de guerra, cuatro años después, no sólo no se ha cumplido ningún objetivo, sino que la invasión es un caos con el aspecto de una extraña guerra civil. Hace mucho tiempo que se renunció a encontrar armas de destrucción masiva, y la Casa Blanca admite que su estrategia de guerra fracasó.

La invasión a Irak, en rápido resumen, le costó al Partido Republicano el poder - tan duramente alcanzado - y arrojó al descrédito a la Revolución Conservadora lanzada con tanto éxito desde la época de Reagan por los sectores políticos más extremistas del país. La credibilidad de los organismos internacionales, como la ONU, también sale bastante maltrecha de la experiencia iraquí.
Irak ahora se encuentra dividido en tres sectores y en una situación que agrega otro peligroso factor de inestabilidad a todo el Medio Oriente. Una región que posee un porcentaje apreciable de las reservas de petróleo del mundo. Pero uno de los costos más terribles de la guerra es el de la credibilidad y el prestigio de los Estados Unidos en todo el mundo. Si la superpotencia, antes del conflicto, podía ser temida por todos y respetada moral y políticamente por muchos, ahora se trata de un poder que no es ni respetado ni temido por casi nadie. La guerra irregular sostenida por la resistencia iraquí terminó demostrando que Estados Unidos está lejos de ser un poder militar invencible. El mito de la omnipotencia militar y política de Estados Unidos ha rodado por los suelos junto a la leyenda de sus propósitos generosos y civilizados de llevar “la democracia” a otras regiones del planeta. Su designio visible de rapiña energética y sus procedimientos militares y policiales, ostensiblemente criminales, han llenado al mundo de repugnancia e indignación.

En resumen, la derrota en Irak y el declive político de Bush, el campeón neoconservador del empeño por apoderarse del mundo, se convierten en emblemas del fracaso de la idea imperial.

Poco espacio asignaremos en este informe al empantanamiento paralelo del empuje de guerra de los Estados Unidos en Afganistán. Baste recordar que se trata de otro importante tema que está poniendo en severos aprietos a lo que queda de la antigua alianza atlántica. La agresión de la OTAN y Estados Unidos en Afganistán dista mucho de haber doblegado la resistencia talibán. Se trata de otro fracaso relacionado que muestra los límites del poder angloamericano, aunque no de una manera tan palpable como ese otro aborto reciente que ha terminado por encender todas las alarmas imperiales en cuanto a su esperanza de consolidar una presencia geopolítica significativa en el Medio Oriente. Estamos hablando de la espectacular derrota de Israel en el Líbano a manos de la guerrilla del Hezbolah.

Resistencia en el Líbano y Palestina
El fracaso de Israel en esta guerra del Líbano, además de reforzar la impresión general de incapacidad estadounidense por imponer su orden imperial, ha significado también la quiebra psicológica de la supuesta omnipotencia de Israel frente a los árabes.

Ahora todo el mundo sabe que es imposible detener la emergencia de Irán como la potencia dominante del Medio Oriente, en desmedro del decaído Israel, con todo y su poderío nuclear.

Lo que actualmente se verifica es un creciente fortalecimiento de la resistencia antiisraelí tanto en el Líbano como en Palestina, a pesar de la cotidiana humillación y violencia desplegadas por el país opresor. Israel se niega ahora a reconocer al nuevo gobierno palestino de unidad nacional Hamas-Al Fatah.

Este nuevo gobierno palestino ha sido recibido con gran esperanza por todo el mundo árabe, aunque Israel insiste en boicotearlo y en alentar el mantenimiento de un severo bloqueo económico. Contrariamente, la Liga Árabe, en buena medida artífice de la unidad de las fuerzas en Palestina, plantea sólidamente una negociación que exige a Israel –a cambio del reconocimiento de su existencia como entidad geopolítica -la devolución de todos los territorios ocupados, con inclusión de Jerusalén, y la vuelta de los palestinos expulsados de su patria. Hacía mucho tiempo que no se veía tal grado de cohesión y de firmeza en el mundo árabe frente a las posiciones del estado de Israel.


Europa y el fin del atlantismo
Es demasiado temprano para decretar, sin más, la extinción de la alianza de los angloamericanos con el núcleo del poder europeo, ubicado en Alemania y en Francia, y que se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero hay suficientes elementos para anunciar el fin del atlantismo duro que alguna vez representaron Aznar o Berlusconi. El mismo Blair se encuentra ahora en severos problemas, y las expectativas no cumplidas de una Alemania alineada con las políticas estadounidenses a raíz del triunfo de Angela Merkel, permiten predecir que el triunfo de Sarkozy, o Royal, en Francia no podrá tampoco ser visto como un movimiento hacia la restauración del viejo sometimiento a las políticas de Washington.

Más bien lo que se fortalece hoy son las opciones antiatlantistas en una Europa que descree cada vez más del proyecto constitucional que establece un orden liberal ajeno a la tradición del estado de bienestar. El euro, mientras tanto, va fortaleciéndose paulatinamente frente al dólar.

Europa, a pesar de todo, se halla ahora mucho más consciente de su importancia, responsabilidad y poder en el complejo mundo de hoy. Esto significa que va a ser muy difícil restablecer el antiguo multilateralismo de clara hegemonía estadounidense que había prevalecido desde la salida del escenario del General De Gaulle.

Ya Francis Fukuyama, durante los preparativos de la guerra en Irak, había decretado la fractura del atlantismo: “Se ha abierto un inmenso foso entre la concepción del mundo estadounidense y la europea, y el sentimiento de compartir los mismos valores se debilita progresivamente … las diferencias de criterio que han aparecido entre Estados Unidos y Europa en el 2002 no son simplemente un problema pasajero provocado por el estilo de la Administración Bush, o por la situación mundial tras el 11-S. Es el reflejo de la existencia de una concepción diferente de la legitimidad democrática en el seno de una civilización occidental más amplia.”

El estado imperial norteamericano debe conceder hoy, por otra parte, especial protección y subsidios a sus productores, lo que agrava los conflictos con sus tradicionales aliados. Hay que recordar que Europa se percató nítidamente del peligro que significó la agresión norteamericana a Irak.

Y al igual que el resto del mundo, los europeos no pueden dejar ahora de cobrar conciencia de los límites del poder estadounidense, y también se ven obligados a reajustar sus propias fuerzas y capacidades.
En un mundo de creciente inseguridad energética, es natural, además, que Europa se acerque a ese gigante petrolero y gasífero que es Rusia, despertando toda suerte de temores en el mundo anglosajón.
El ideal angloamericano era una Rusia desacoplada de Europa y enfrentada a China, e incorporada también al frente de conflicto contra el Islam, identificado artificiosamente con el terrorismo mundial.

La resurrección de Rusia
A partir de la enérgica acción patriótica de rescate del núcleo industrial y energético de Rusia por parte de Vladimir Putin, de manos de los llamados oligarcas - un grupo de aventureros que se habían apropiado de las riquezas rusas gracias a la traición de Yeltsin - Rusia no ha hecho más que levantar en forma espectacular su alicaída economía y recuperar su también menguada soberanía política.

Era el destino inevitable de un enorme país de riquísima tradición histórica en lo que se refiere a la conservación y fortalecimiento de su Poder Nacional. Absurdo fue pensar que Rusia pudiera renunciar a ser Rusia y se resignara al papel de provincia balcanizada del imperio anglosajón. Ahora el gobierno ruso juega con mano maestra sus cartas petrolera y gasífera, armas estratégicas imbatibles en un mundo hambriento de energía, sobre todo si se esgrimen en forma coordinada con otras potencias energéticas planetarias en el marco de un juego geopolítico cuyos objetivos inmediatos aparecen hoy muy claros: eliminar completamente la posibilidad de que emerja un mundo unipolar dirigido por una potencia hostil.

Así, la resistencia rusa ante el hostigamiento de la OTAN –con el tema del escudo antimisilístico - habla un fuerte lenguaje que, lejos de quedarse en la mera retórica, traduce la extraordinaria posición de fuerza de Rusia en su calidad de suministrador natural de petróleo y gas a Europa, a algunos países que integraron la extinta Unión Soviética, y a China.

Putin habló muy claro recientemente en Munich acerca de la imposibilidad de aceptar la agresiva e ilegal política estadounidense en procura de la dominación mundial. De igual forma, el desarrollo acelerado de diversas variedades de armas misilísticas rusas ha dejado en ridículo el esfuerzo estadounidense de la llamada Guerra de las Galaxias por construir escudos antimisiles. Misiles como el famoso TOPOL –probadamente incapaz de ser detenido por la parafernalia antimisilística estadounidense- han puesto a Rusia a la vanguardia mundial en este tipo de armas. La industria de armas rusa desafía además con éxito el bloqueo que de manera arbitraria ha impuesto Estados Unidos contra países como Venezuela y el mismo Irán.

De hecho, ni Rusia ni China han acompañado hasta el final los esfuerzos norteamericanos por cercenar el derecho iraní de desarrollar una industria nuclear propia. Se han manejado con extraordinaria habilidad diplomática en medio de una disputa que posee incómodas aristas. Pero lo cierto es que la independencia geopolítica rusa, en esta y otras materias, es absolutamente indiscutible.

Adicionalmente a la fuerte declaración, ya mencionada, de Putin en Munich en contra de los propósitos hegemónicos de Washington, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, también ha tenido oportunidad de afirmar -en el Consejo de Política Exterior y Defensa de Rusia- que el peligro de un mundo unipolar ha quedado definitivamente atrás, vale decir, se redujo a la condición de proyecto irrealizable. Ese mundo unipolar no podía perpetrarse jamás, precisó el canciller, para luego dejar bien claro que hoy en día está disminuyendo visiblemente el protagonismo exagerado que Estados Unidos había asumido en los asuntos mundiales. No sólo Rusia, sino otros polos de poder emergente, se abren paso hoy en un mundo en rápida reconfiguración geopolítica, y, a los ojos de la dirigencia rusa, la multipolaridad que va perfilándose es, en principio, mucho más deseable que la hegemonía unipolar, y garantiza en mejor forma el mantenimiento de la paz en el mundo. Moscú se muestra dispuesto, asimismo, a ayudar a resolver los innumerables conflictos que han sido provocados por el unilateralismo temerario que se intentó imponer, sin ningún éxito.
El canciller ruso indicó también que la política de su país, junto a la de China, la India y otros factores influyentes se encuentra dirigida a impedir el surgimiento de divisiones y conflictos a causa de diferencias culturales o religiosas. Una advertencia seria frente a los intentos del poder anglosajón de favorecer “choques de civilizaciones” o guerras religiosas -semejantes a las que se vivieron en Europa en el siglo XVII- de acuerdo a las ideas de pensadores de estirpe fascista, como Samuel Huntington.

Rusia se ha acercado también a China como nunca hasta ahora. Putin y Hu Jintao hace tiempo firmaron acuerdos para poner fin a sus disputas fronterizas (azuzadas por Washington durante la guerra fría, y aun después) así como para expandir el comercio entre las dos grandes potencias económicas y nucleares. Suscribieron además importantes acuerdos energéticos y establecieron sensibles acuerdos de cooperación entre los bancos centrales de ambos países. Finalmente, se han asociado en la promisoria Organización de Cooperación de Shangai (OCS).
Fracaso en Corea
Ante la alarma de la secta de neoconservadores que ha acompañado hasta ahora a Bush en su gestión, Estados Unidos ha tenido que ceder visiblemente en las conversaciones a seis bandas en torno al programa nuclear de Corea del Norte. Un verdadero cambio de rumbo en la política asiática de George W. Bush.
Estados Unidos, China, Japón, Rusia, Corea del Norte y Corea del Sur emitieron, en efecto, una declaración que el Departamento de Estado entiende como un "plan de acción para la desnuclearización". Bush no tardó en agregar que se trata del "primer paso hacia una península coreana libre de armamento nuclear", pero John Bolton, el famoso neoconservador y ex embajador ante las Naciones Unidas, desconoció airado esta declaración y la tildó de "farsa que envía exactamente la señal equivocada a los futuros proliferadores [nucleares] en todo el mundo".
El acuerdo en cuestión realmente lo que hace es reeditar el que fuera suscrito hace varios años por Bill Clinton. También en este aspecto de la política exterior, el gobierno de Bush ha tenido que terminar recurriendo a las políticas de sus odiados rivales demócratas. Según el acuerdo, Estados Unidos se compromete a conversar sobre eventuales relaciones diplomáticas, a dejar de considerar a Corea del Norte como estado terrorista y, en virtud de ello, a levantar el bloqueo comercial. Corea del Norte, por su parte, cierra las instalaciones nucleares de Yongbyon, pero el resto de los países que suscriben el acuerdo se comprometen a ayudarlo de inmediato en lo que se refiere al suministro de energía.
Tanto esfuerzo perdido por parte de Estados Unidos para venir a morir en esas playas. Es obvio que en Corea ha sufrido una gran derrota diplomática y geopolítica, y que la potencia ganadora en la contienda no fue otra que China, que se sacude así otro enojoso tema de la agenda política con Estados Unidos.
Para mayor afrenta, una vez suscrito este acuerdo, el gobierno norcoreano exigió la liberación de 25 millones de dólares congelados por Washington en un banco de Macao como requisito para cerrar la planta nuclear de Yongbyon.

China
Ya es un lugar común hablar de la impetuosa emergencia de China como polo de poder mundial, más allá de su enorme y creciente importancia económica.

El país más poblado del mundo se proyecta mucho más rápidamente de lo esperado como una entidad geopolítica de peso global y como una potencia militar respetable. Hace poco tiempo se dio el lujo de lanzar un misil para destruir un satélite artificial. Pero ya se sabe bien, además, que China tiene en sus manos el futuro del dólar y es piedra de toque de las finanzas mundiales. Recordemos el reciente incidente financiero, originado en la bolsa de Shangai, que puso a temblar el sistema financiero.

En efecto, la versión más sugestiva describe tal incidente como una reacción china a la provocación estadounidense de venderle misiles a Taiwán. Con una sola jugada bursátil, China realizó una soberbia demostración de fuerza, semejante a la sorpresiva destrucción del satélite.

China es el mayor tenedor de dólares en forma de papeles del Tesoro (unos 825.000 millones de dólares), y el más ligero signo de una salida china del mercado de bonos estadounidenses arrojaría al dólar por los suelos, al mismo tiempo que provocaría una catástrofe bancaria inimaginable.

Pero el protagonismo mayor de China obedece a su imparable crecimiento económico, ahora orientado también a su mercado interno, lo cual ha generado, por cierto, una demanda creciente de petróleo y gas. Por esta razón, esta nación va consolidando un sistema de abastecimiento de energía, procedente del exterior, en el cual Rusia juega un papel decisivo.
Estados Unidos definitivamente fracasó en su esfuerzo por limitar el flujo de petróleo y gas hacia China, aunque prosigue el cerco militar a través de Japón –Okinawa-, Korea y las Filipinas. Putin, en un viaje a China hace unos años, formalizó la construcción del oleoducto Angarsk-Daqing de gran proyección geoestratégica, así como el desarrollo de proyectos conjuntos en plantas nucleares. Adicionalmente, China y Rusia multiplican sin cesar su comercio bilateral que ya bordea los 100000 millones de dólares.
La Organización de Cooperación de Shangai
En la acelerada reconfiguración del poder mundial que hoy se vive, uno de los datos más importantes es la alianza de Rusia y China, con Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán, en la llamada Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), una entidad creada a mediados de 2001 a la cual quiere adherirse, por cierto, Irán.

A pesar de los deseos rusos, la OCS no busca, por ahora, convertirse en un pacto militar. Sin embargo, tal alianza establece firmemente las bases de un influyente polo de poder geopolítico que hoy desafía claramente la pretendida hegemonía de Estados Unidos. A pesar de ello, la OCS es ignorada, casi por completo, en los medios occidentales.

En una reunión reciente de la organización, en junio de 2006, también la India fue invitada a sumarse, lo mismo que Mongolia y Pakistán, de forma que la OCS, sin hacer mucho ruido, va ganando una importancia geopolítica que pronto dará mucho que hablar.

La entrada de Irán en la OCS permite su participación en importantes proyectos que implican acceso a tecnologías, inversiones, comercio y grandes proyectos de infraestructura. La organización desarrolla una estrategia energética asiática común, y discute proyectos conjuntos en esa materia. Recuérdese la primerísima importancia de Irán y Rusia como grandes productores de petróleo y de gas. Un enorme país como la India, a pesar de las enormes presiones estadounidenses, debe terminar alineándose también en la OCS, entre otras poderosas razones, por su apremiante necesidad de los recursos energéticos iraníes.

El gobierno estadounidense trató el año pasado de asistir como observador’ a la OCS, pero fue rechazado, lo que subraya el creciente aislamiento al que está siendo sometido los Estados Unidos en esta parte del mundo.

El rechazo se suma a las exigencias de la OCS para que Estados Unidos reduzca su presencia militar en Asia Central, y al llamado a una cooperación más profunda entre Rusia y China.

La estrategia malograda de Washington consistía en hacer de Kazajistán, ahora miembro prominente de la OCS, su socio principal en el Asia Central.

En poco tiempo, en resumen, Rusia y China han logrado anular la ventaja estratégica que Estados Unidos había alcanzado en el Asia Central, a raíz del fin de la Guerra Fría. Algunos analistas se refieren a esto como la mayor derrota estratégica del poder estadounidense en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El año pasado, el líder chino Hu Jintao realizó también una visita de estado a Arabia Saudita en la que se firmaron importantes acuerdos de comercio, defensa y seguridad.
Hu Jintao acordó con una empresa saudita la construcción de una refinería y un proyecto petroquímico en China, por 5200 millones de dólares. Más tarde, el rey Abdullah estuvo en Beijing para una visita de estado. Estados Unidos pudiera empezar a ser desplazado por China como socio privilegiado de los sauditas en materia de petróleo. Con independencia de este hecho, debe notarse que la casa real saudita empieza visiblemente a alejarse de la órbita del poder de Washington.

Finalmente, debe darse cuenta de la reciente firma de un importantísimo acuerdo sobre petróleo y gas entre China e Irán. Se dice que tiene un valor de por los menos 100 mil millones de dólares, e incluye el desarrollo del inmenso campo petrolífero de Yadavaran. China se propone asimismo comprar 250 millones de toneladas de gas licuado durante 25 años.

América Latina
Crisis económica y financiera

La comunidad financiera no duda que el sistema económico y financiero mundial enfrenta un riesgo de colapso general. El punto más débil parece ser el de los derivados financieros, una especie de dinero ficticio inventado por el entonces gobernador de la Reserva Federal, Alan Greenspan, en 1987. Todo el truco consiste en inflar permanente y artificialmente una burbuja financiera siempre a punto de estallar. Pero mientras esta burbuja crece, disminuye la producción real de bienes y servicios en Estados Unidos.
Alan Greenspan, por cierto, ya anunció una severa recesión en Estados Unidos, posiblemente para finales de 2007.
En la pésima situación del sistema financiero coinciden en privado todos los banqueros del planeta, y muchos de ellos, al igual que importantes economistas, lo han hecho saber también públicamente.
Goldman Sachs, por ejemplo, uno de los principales bancos de inversión del mundo, ha advertido seriamente sobre "los cadáveres que aparecen después de las turbulencias bursátiles", y añade que el mercado de los bonos empresariales exhibe hoy señales de "infección”.
Bernard Connolly, estratega jefe de la Banca AIG, alerta por su parte que se trata del “estallido prolongado de una burbuja global: los bancos centrales deberán reaccionar, pero antes las cosas tienen que empeorar.”
Hace muy poco tiempo se produjo la quiebra de Amaranto, una firma de hedge funds (fondos de cobertura de riesgo), y se teme que vendrán más quiebras de este tipo. Se dice que Amaranto ha desencadenado un efecto dominó, el cual está siendo ocultado por los principales bancos en sus cuentas invisibles, en los paraísos fiscales.

Aunque en este momento la atención está concentrada en la burbuja de 10.4 billones de dólares de los bienes raíces, preocupan igualmente el mencionado mercado de los derivados financieros, los hedge funds (fondos de cobertura de riesgo) y, por supuesto, el valor del dólar.
En cuanto a los tropiezos más recientes de las bolsas del mundo, lo que parece haber sido determinante, además de la caída de la bolsa de Shangai, es el alza de las tasas de interés decretada por el banco central del Japón, la cual destrozó el mercado especulativo de los llamados carry trade. Este mecanismo especulativo, que consistía en pedir prestado dinero en Japón a tasas bajísimas para invertir en los mercados emergentes, había alcanzado el equivalente al 5% del Producto Interno Bruto de todo el Japón. Esto nos da una medida de los niveles de locura que ha alcanzado el sistema financiero, así como su alto grado de fragilidad.
El golpe mortal a los carry trade es doble: además del aumento de la tasa de interés, el yen se revalúa. La reacción en cadena simplemente es imposible de detener.
De hecho, una de las mayores compañías estadounidenses de hipotecas, la Century Financial, se ha declarado en bancarrota. Asimismo, los bancos de inversión Morgan Stanley, Merrill Lynch y Goldman Sachs han salido muy mal parados.
Ante estos hechos, en muchas partes se demanda una nueva arquitectura financiera mundial. Uno de las regiones más vulnerables a una sacudida del sistema financiero es, sin duda, la América Latina. Si este continente no procede a fortalecer aceleradamente sus nuevas instituciones financieras, corre el peligro de ser arrastrado al abismo por la corriente poderosa que hoy derriba este sistema financiero en crisis terminal.

Bancarrota moral angloamericana
y los límites del poder militar
Los fundamentos militares del tradicional poder económico angloamericano son bien conocidos, pero esta realidad tiene también sus límites, ante todo morales y políticos. No obstante, el arrogante esfuerzo de guerra de Bush y los neoconservadores se ha topado ahora también, en diversos lugares, con sus confines estrictamente militares, especialmente en el terreno de la guerra irregular.

En cuanto a la guerra convencional, tampoco ha conseguido Estados Unidos imponer su superioridad en un mundo en el que rápidamente se asimilan las capacidades militares, bien sean convencionales, de guerra irregular o incluso nucleares.
Ya anteriormente, en numerosos conflictos, se habían manifestado las limitaciones de cualquier invasor frente a una guerra asimétrica librada por un pueblo decidido a defender su suelo, su cultura y sus valores espirituales. Y al éxito de la guerra irregular iraquí, así como a la negativa de Irán y Corea del Norte a renunciar a su industria nuclear, en medio de una severa crisis energética mundial sembrada de amenazas imperiales, debe sumarse la intensificación de los proyectos militares de alta tecnología tanto en Europa como en Rusia, China, la India, Corea del Sur, Sudáfrica y Brasil.

Esta congénita incapacidad militar estadounidense, ahora bruscamente revelada, desnuda a su vez la precariedad de su situación energética, económica y financiera compendiada en el descalabro del dólar, moneda que hasta hoy ha sido objeto de un culto global. Una divinidad que irradia con su esplendor todo lo estadounidense, desde sus ejércitos y transnacionales hasta sus franquicias de comida basura, pasando por bancos, centros académicos y medios de información y entretenimiento.
Hoy está bien claro que Estados Unidos no fue capaz de cumplir su objetivo manifiesto de ampliar su dominio al resto del planeta. Su hegemonía política tomó un impulso predecible en 1989, después de la caída de la Unión Soviética, abriendo así la breve época dorada del imperio angloamericano, sin rivales importantes en el horizonte. Pero diez y ocho años más tarde, la situación es muy diferente, y su empantanamiento no se reduce a la situación militar en Irak y Afganistán.

Estos eventos no han hecho más que desnudar la acelerada pérdida de poder de una potencia que ahora busca, desesperadamente, sostener su economía y su prestigio a punta de bombardeos y destrucción.
Y es sin duda esta impúdica exhibición de violencia y soberbia desmedidas lo que revela al mundo, incluso al propio pueblo estadounidense, la pudrición moral que afecta a una elite que oscila entre la hipocresía más ramplona y el cinismo criminal más repulsivo. Algo que recuerda vivamente las últimas horas de los nazis. Estados Unidos vive ahora un cataclismo moral. Los intentos recientes de desatar un nuevo conflicto en Irán son sumamente reveladores de que el mundo se está empezando a cansar de las guerras imperiales. No puede afirmarse que en Europa, por ejemplo, se sienta algún tipo de entusiasmo por este conflicto, ni por ningún otro.

Y esta reticencia frente al ataque a Irán no se origina exclusivamente en escrúpulos morales. Ya es del conocimiento público que es imposible siquiera imaginar una invasión al país de los persas, pero lo que no se sabe bien son las consecuencias, en el plano estrictamente militar, de un ataque aéreo masivo como el que se estaría planeando. Europa y todo el mundo temen con toda razón una crisis severa de abastecimiento de petróleo, por no hablar de un conflicto irregular generalizado de proyección imprevisible. Pero Irán también podría atacar- legítimamente- objetivos militares en el golfo, en Irak, y también en Israel. La dirigencia iraní ha hecho saber claramente que un ataque militar angloamericano recibiría respuesta en cualquier escenario del planeta.

A diferencia del antiguo imperio romano, el fugaz imperio estadounidense tampoco fue capaz de sustentarse en un orden jurídico ampliamente aceptado por todos. Mucho menos pudo instaurar un orden civilizado universal. Una verdadera civilización jamás puede asentarse en el mero comercio o en la fuerza bruta de las armas y del engaño. Se fundamenta siempre en valores humanos auténticos que ofrecen una orientación esperanzadora a sus integrantes.

En cuanto a los antiguos alientos del impulso conquistador - la épica, el mito, las glorias guerreras- todo se diluyó en los vergonzosos episodios de Guantánamo y Abu Ghraib, en los vuelos secretos de la CIA, y en los sobornos de empresas como Halliburton, en mentiras y escándalos como el de Lewis Libby, en matanzas como la de Faluya, en engaños descarados como el falso rescate de la soldado héroe, y en el ridículo internacional ofrecido por el falso informe sobre las armas de destrucción masiva, en Irak.

Internamente, el espectáculo no ha sido menos indecoroso: desde la continua corrupción en el congreso y la esfera judicial hasta las noticias de grandes empresarios cometiendo fraudes que ponen en peligro los empleos y las pensiones de los trabajadores, corporaciones desprestigiadas, y una pésima gestión pública asociada a los déficits nacionales.


Nadie podría decir, asimismo, que los últimos años han presenciado una actuación particularmente brillante de los diplomáticos estadounidenses. Tampoco de los ingleses, antiguos maestros del oficio. Por el contrario, todo parece signado por la improvisación y el desconcierto. Desde las destartaladas giras de Condoleeza Rice por todo el mundo, tratando de vender un producto que no convence a nadie (la política exterior estadounidense), hasta las tribulaciones de Tony Blair que han rematado calamitosamente en el confuso incidente de los marines apresados por Irán en el golfo. La fugaz actuación del neoconservador John Bolton al frente de la delegación en la ONU ejemplifica el absurdo y desmañado comportamiento de los diplomáticos imperiales.

Se trata de un hombre que manifestaba públicamente su desprecio por la institución internacional ante la cual representaba su país. Curiosamente, nadie se quejó nunca, públicamente, del irrespeto manifiesto, continuado e insolente mostrado por John Bolton en la Organización de las Naciones Unidas.

Otro aspecto de sumo interés, en cuanto a la decadencia del poder y el prestigio anglosajón en el mundo, es el fracaso estrepitoso del arrogante pensamiento económico y político neoliberal. Se trata de un desastre aparejado a la crisis ideológica - e incluso financiera- que hoy soportan las instituciones maestras del dominio económico: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Este retroceso del pensamiento único neoliberal es, en verdad, dramático. Ya nadie se toma en serio la idea de que las corporaciones puedan “gotear” riqueza al resto de la sociedad, como tampoco puede creerse en la desregulación y el comercio libre cuando Estados Unidos y Europa protegen cada vez más su acero y sus productos agrícolas y la Reserva Federal acude a inyectar masivamente recursos al sistema financiero.

El enfriamiento de la adoración fanática del libertinaje del mercado, tan ardientemente predicado durante los últimos años del milenio, corre paralelo al paulatino desprestigio de los monopolios informativos y de opinión, arma preferida del poder en su tarea permanente de engañar.
Negación de la verdadPero quizá el aspecto más revelador de la naturaleza del poder sectario que se ha adueñado de los instrumentos de decisión política de los Estados Unidos es lo que podríamos precisar como la negación filosófica radical de la verdad y de la realidad. Simplemente, la realidad y la verdad son rechazadas, y frente a ellas no se siente más que hostilidad. Se trata de un desvarío que nos recuerda vivamente el delirio nazi, puesto que si existe un rasgo esencial, una marca distintiva del fascismo, es su cínica negación de lo real y su soberbia pretensión de que un grupo de poderosos audaces puede crear la realidad a su imagen y semejanza.

Y esta negación no se refiere simplemente a la tradicional utilización del engaño con fines tácticos, sino más bien a la simulación como recurso sistemático, como supuesto requisito de la “gobernabilidad”, asumida con pasmoso cinismo y fundamentada en consideraciones filosóficas y hasta “teológicas”, tal como sucede en 1984, la famosa novela de George Orwell.
Los neoconservadores, igual que los nazis, creen firmemente que se puede crear a voluntad –mediante el fraude, el engaño y la manipulación- cualquier realidad, por fantástica que al principio pueda parecer a muchos, siempre que se cuente con el poder suficiente para imponerla. “Una mentira repetida cien veces se convierte en verdad”. Hay numerosos ejemplos de esta actitud: desde la afirmación de que Irak poseía armas de destrucción masiva y apoyaba a Al Queda hasta la insistencia en que la economía se encuentra mejor que nunca.

En el New York Times pudo leerse alguna vez como un prominente consejero de Bush acusó a sus críticos de vivir en una "comunidad basada en la realidad", en lugar de reconocer que “ahora somos un imperio y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad". Esta actitud “constructivista”, retratada en esta declaración, es quizá el mejor resumen del grave peligro que corren los Estados Unidos y el mundo entero. El país está dirigido por un grupo de iluminados poseídos por la diabólica convicción filosófica postmoderna de que la verdad no es más que una construcción convencional, definida naturalmente por los poderosos. Así, todo puede ser inventado y justificado. Basta que el poder lo decida. Connotados tramposos, como Karl Rove, no se inhibieron de amenazar abiertamente a periodistas o políticos disidentes, o de ocultar la información procedente de los comités públicos y del Congreso, con toda clase de mañas y estratagemas.

El Secretario de Justicia, Alberto González, ahora en severos problemas, fue famoso por haber enviado un memorando secreto instruyendo “preventivamente” acerca de cómo organizar la estrategia jurídica para impedir que se aplicaran las leyes estadounidenses o la Convención de Ginebra a aquellos funcionarios acusados de torturas y violaciones de los derechos humanos en Afganistán. “La guerra contra el terrorismo es un nuevo paradigma que convierte en "pintorescas" las disposiciones de la Convención de Ginebra”, declaró. Una verdadera premeditación del crimen. Ahora González es acusado de haber despedido ilegalmente a unos jueces. Sobre las ideas de González, no obstante, los abogados del Pentágono y de los Departamentos de Justicia y de Defensa prácticamente autorizaron nuevas modalidades de tortura en Guantánamo y Abu Graib. La pregunta que todos podemos hacernos ahora es si, después de tan grande y sistemático desprecio por la realidad, los Estados Unidos encontrarán la fuerza moral suficiente para reconocer la derrota definitiva de su proyecto imperial.
¿Habrá guerra en Irán?
En el momento de escribir este trabajo, hay fundados temores de un ataque masivo estadounidense a objetivos militares en Irán, acaso con armas nucleares tácticas, a comienzos de abril. Se habla también de un ataque de 12 horas a las instalaciones atómicas iraníes, o, incluso de un ataque “suicida” israelí. Tal vez cuando este circulando el primer número de Visión Sur Internacional ya se hayan precipitado los acontecimientos, hacia la guerra o hacia la paz.

No es casual que el peligro actual de conflicto coincida exactamente con un grave riesgo de estallido de la crisis financiera bajo la forma de un derrumbe de las bolsas de valores del mundo.

Los temores de agresión bélica se basan tanto en la inusual movilización militar angloamericana en el Golfo Pérsico como en la extraña terquedad guerrera mostrada por el dueto Bush-Cheney, sospechosa de estar influida, increíblemente, por razones de fundamentalismo y profetismo religioso.

Mientras hay quien jura que el ataque es inminente e inevitable, hay otros que consideran que no se trata más que de un gigantesco bluff, una amenaza de un ataque que en el fondo no se piensa realizar, pero que se utiliza para amedrentar al enemigo e intentar que ceda en su posición firme de no abandonar su programa nuclear pacífico.

Los iraníes se refieren a estas bravatas llamándolas “propaganda psicológica” porque entienden que Estados Unidos no puede arriesgar, más allá de lo razonable, las posibilidades futuras de un Medio Oriente estable. Citan a Irak y el Líbano como realidades que muestran que cualquier intento de imposición militar en la región es imposible de cumplir, y hacen un llamado a Estados Unidos a que entienda que el momento exige más bien una solución diplomática y pacífica de los conflictos regionales.

En la puesta en escena de este show militar y político, Estados Unidos estaría contando de todas maneras con la ayuda de otras potencias que, si bien jamás lo acompañarían en la agresión, no ven tampoco con buenos ojos el desarrollo nuclear de Irán. Pero con mucho peores ojos ven, sin duda, la posibilidad de un Medio Oriente petrolero conquistado por su verdadero rival geopolítico, que no es otro que Estados Unidos. Vale decir, ni Rusia ni China, ni tal vez tampoco hoy en día la Unión Europea, pueden dejar de alarmarse ante la implantación de un enclave de poder angloamericano, dueño de la llave del petróleo y con colmillos nucleares, prácticamente en sus fronteras.

De manera que no hay que hilar muy fino para concluir que asistimos a un juego espeluznante de incitaciones y trapisondas que pudiera estar alentando a Estados Unidos a entrar en un laberinto de desorganización militar, energética y política definitiva y fatal, inmensamente destructiva para sus posiciones globales, e incluso para su estabilidad interna. Una ciénaga militar y una crisis de abastecimiento petrolero que no podría evitarse, aun cuando ya se sepa que es completamente imposible una invasión a territorio iraní. A lo más que puede aspirar Estados Unidos es a azuzar despreciablemente las diferencias internas persas para provocar otra guerra civil destructiva.

En definitiva, de producirse un desenlace como el descrito, todo indica que pudiera decretarse el fin de los Estados Unidos, tal como lo hemos conocido hasta hoy. Un golpe certero y concluyente de sus adversarios actuales y potenciales.

Se ha repetido mucho estos días que cualquier chispa puede encender la mecha de la catástrofe. Hace unas semanas, quince marines británicos fueron detenidos por fuerzas iraníes acusados de violar las aguas territoriales de Irán. El tráfico de navíos mercantes y militares en el Golfo es hoy bastante intenso y cualquier cosa puede suceder. También es intensa la guerra de inteligencia y la frecuencia de pequeños incidentes hostiles, sin que el conflicto aun haya pasado a mayores. No obstante, una extensión en el tiempo de esta situación de inestabilidad generalizada, a causa de una pugna permanente entre Irán y la alianza israelí-angloamericana, significaría en la práctica la instauración de un peligrosísimo foco de conflicto de solución impredecible.

Un factor inesperado en la peligrosa ecuación geoestratégica en el Medio Oriente es ahora el protagonismo del Rey saudita Abdullah, quien en un brevísimo lapso de tiempo ha producido eventos tan extraordinarios como el patrocinio de un gobierno de unidad en Palestina, la exigencia pública de la retirada de los angloamericanos de Irak y la propuesta de una negociación con Israel sobre bases muy firmes y realistas. Acaso sea su imprevista voluntad de entendimiento con el mundo chiíta –revelada en su rechazo a colaborar con los planes bélicos contra Irán- lo que a la postre pueda desactivar el peligroso conflicto y abrir nuevas e interesantes perspectivas geopolíticas en la región.

Otro componente importante de la situación actual es ahora, no debe olvidarse, el bloqueo decretado contra Irán por el Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos no sería la única potencia responsable si este asedio termina traduciéndose en un grave perjuicio a la población iraní, tal como ocurriera con el prolongado y criminal bloqueo al que fuera sometido Irak en los años noventa, no sólo de armas, sino también de alimentos, agua y recursos médicos,

Está por verse si el resto del mundo está dispuesto a secundar un nuevo crimen. Y está también por verse si Rusia y China respaldarán también en esta oportunidad los planes de la decadente potencia hegemónica en contra de un país, rico en recursos energéticos, que se encuentra más bien destinado a convertirse en un decisivo aliado estratégico del polo de poder mundial que hoy se congrega alrededor del Pacto de Shangai.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente Análisis Buen trabajo amigos!