lunes, 26 de marzo de 2007

ENIGMAS DEL PODER,
INFORME GEOESTRATEGIA
25 de marzo de 2007.
por José Jesús Villa Pelayo y Gilberto Merchán
El Presidente Bush afirmó que vetará un proyecto de Ley que exige la salida de las tropas estadounidenses de Irak para antes del 1° de septiembre de 2008.

Este proyecto fue aprobado por la Cámara de Representantes y refleja la creciente oposición de los círculos políticos estadounidenses a la guerra de Irak y al desastre político que ha significado este traspié para el prestigio de los Estados Unidos.

Estados Unidos nunca había estado, efectivamente, tan desprestigiado en todos los órdenes: militarmente, moralmente, diplomáticamente.

Los índices de popularidad del Presidente Bush y de la causa de la guerra de Irak también registran un mínimo histórico.

Los demócratas, y los grupos políticos que giran alrededor de las propuestas del Consejo de Relaciones Exteriores ven una oportunidad de oro para retomar las posiciones perdidas largamente, por lo menos desde el vertiginoso ascenso de la Revolución Conservadora que comenzó con la fundación del periódico Washington Times y se fortaleció durante el período Reagan.

La Presidencia de Bush, un cadáver político, pende de un frágil y delgado hilo, del cual cuelga desesperadamente, como sanguijuela. Este delgado hilo se llama la guerra de Irak.

Todo el proyecto imperial que tan audazmente lanzaran Bush y Cheney, con el apoyo entusiasta de la secta de los neoconservadores, se encuentra ahora en grave retroceso. La propia hibris (orgullo imperial) que los llevó a alentar la idea de construir rápidamente un imperio mundial después de la destrucción de las torres gemelas, se encarga ahora de castigarlos, como si de una tragedia clásica se tratara.

La consecuencia de la derrota estadounidense en Irak es tan dramática, que significa nada más y nada menos que la desaparición del antiguo orden mundial unipolar que había nacido a raíz de la caída del muro de Berlín, hacia 1989.

Este orden unipolar, en su doble rostro, primero fabiano globalizador, y más tarde, fáustico imperial, da paso ahora, rápidamente, a un nuevo orden mundial multipolar, al menos hexapolar. Se trata verdaderamente de un cambio de época y no simplemente de una época de cambios, según la aguda frase del Presidente del Ecuador.

Es en los mismos Estados Unidos donde se está manifestando con agudeza este declive del poder nacional angloamericano, al menos en su aspecto militar y político.

En verdad, las políticas del Presidente Bush parecen resignarse a repetir las de sus aborrecidos rivales demócratas, así en Corea, como en América Latina, por ejemplo.

Resulta increíble que repentinamente Bush se presente en América Latina con un a versión trasnochada de la vieja alianza para el Progreso del Presidente Demócrata John Kennedy. En realidad, se trata de las políticas recomendadas por el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR). Una verdadera renuncia a las audaces políticas de los neoconservadores, ninguno de los cuales ha podido permanecer en el gobierno. La última víctima fue Lewis Libby, hoy reo de la justicia por el caso Valery Plame.

Igualmente, Bush sigue ahora aparentemente las recomendaciones fabianas del comité de sabios Hamilton-Baker de conversar con sirios e iraníes sobre la guerra de Irak. No obstante, el meollo de la cuestión, la retirada de las tropas, sigue sin ser tocado. Tercamente, obstinadamente, Bush insiste, contra toda opinión, no sólo en mantener las tropas, sino incluso se permite enviar 20.000 nuevos soldados y procurar el adecuado financiamiento para ellas por parte del Congreso.

¿Se propondrá Bush mantener las tropas en Irak esperando que un nuevo Presidente Republicano tome el relevo, con la esperanza de un triunfo al final? O ¿querrá Bush que sean los demócratas los que carguen con el estigma histórico de ser quienes se retiraron del país asiático?

No los sabemos. Pero lo cierto es que Bush no se retira y ha declarado que tal posibilidad significaría un desastre para las posiciones estadounidenses en todo el mundo. No sólo en relación al Medio Oriente.

Y en verdad tiene toda la razón, sólo que la victoria o la derrota en Irak no es algo que pueda decidirse ahora en la Casa Blanca.

Este retroceso de las posiciones imperiales, ha sido anunciado en otros importantes frentes del escenario mundial. En efecto, se pudo leer hace unos días, con precisión el 11 de marzo de este año, en el Financial Times de Londres, el órgano divulgativo por excelencia de la comunidad financiera mundial, un artículo firmado por la analista Carola Hoyos titulado “Las nuevas siete hermanas”, que está dando mucho que hablar.

Como se recordará, en la década de los setenta fue publicado un famoso libro titulado Las siete hermanas, que daba cuenta del extraordinario y no disputado poder del que disfrutaban en todo el mundo las grandes compañías petroleras, todas anglosajonas. Una famosa película italiana de la época protagonizada por Gian Maria Volante, cuenta la historia del magnate italiano del petróleo Enrico Mattei (Il caso Mattei [The Mattei Affair]), supuestamente asesinado por el poder de las “Siete hermanas”, QUE NO TOLERARON EL DESAFÍO QUE LES EMPEZABA A PLANTEAR el ente nacional de hidrocarburos italiano, manejado por Mattei. Este asesinato fue emblemático del enorme poder de las siete hermanas (transnacionales petroleras anglosajonas, ahora fundidas en cuatro: La Exxon-Mobil, la Chevron-Texaco, la Shell y la British Petroleum)

Pues bien, el artículo del Financial Times simplemente da por moribundo el poder de estas antiguas “Siete hermanas” ((Exxon, Mobil, Chevron, Texaco, Gulf, Royal Dutch Shell y British Petroleum) y proclama el nacimiento de unas nuevas y todavía más poderosas “Siete hermanas”. Tales son las compañías estatales petroleras y gasíferas de Arabia Saudita (ARAMCO), Rusia (Gazprom), Irán, China, Venezuela (Pdvsa), Brasil (Petrobrás) y Malasia.

Se trata de siete empresas estatales y no anglosajonas propietarias de una buena parte de los yacimientos de petróleo del mundo. Algo que ni sueñan en poseer hoy en día las cuatro viejas en decadencia.

Se trata, en resumen, como lo apunta la analista del FT, de un nuevo poder energético, económico y político mundial que no tardará en proyectarse en el globo con enormes consecuencias geoestratégicas.

Un pacto o alianza entre estas formidables potencias constituiría el único poder actual capaz de desafiar y vencer el Poder Nacional Anglosajón que ha dominado el mundo durante todo el siglo XX.

¿Un cambio de época, realmente?







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